Manual de un adolescente ... :S!
La adolescencia de hoy empieza donde terminamos casi todos los adultos: donde el siquiatra. Pero ni así logran saber qué van a estudiar. Por María Isabel Rueda
Yo los llamo bichos. Con algo de cariño, desde luego, pero es que no encuentro un mejor término para describir esa especie humana que empieza a los 14 años de edad y parecería que no fuera a terminar nunca.
Y digo especie humana un poco a la fuerza. Porque de especie tienen mucho, pero de humana muy escasamente.
Como especie, se visten igual -camisa por fuera, preferiblemente arrugada, jeans lo más recientemente envejecidos, preferiblemente de marca, lo mismo que los zapatos tenis, que pesan en la canasta familiar como una auténtica fortuna. Y anteojos negros que junto con un teléfono celular siempre en uso constituyen accesorios infaltables en el atuendo de un adolescente-. No se lavan el pelo. Se ríen igual, como sorbiendo, hablan igual -"nos parchamos", "mis papás son unos ñoños", "qué chanda", etc.- Y fuman igual en una época en la que todas las alarmas acerca de las terribles consecuencias de este vicio les entran por un oído y les salen por el otro.
Ah. El último detalle de la especie adolescente es que todos se llaman igual. En otras épocas quedaron los Diegos, Camilos y Sebastianes. Ahora todos se llaman "marica".
Y digo que tienen muy poco de humanos porque mientras un ser humano normal se levanta en la mañana y se duerme por la noche esta especie, la de los adolescentes, tiene totalmente trastocado el día. No hay ninguno que se levante ante de la 1 de la tarde ni que se acueste antes de las 4. Un adolescente típico tiene horario de Moscú.
Y cuando uno corre con la suerte de cruzárselo recién levantado es posible que cariñosamente le gruña que quiere algo de beber. Si espera saber cómo estuvo la fiesta mejor resígnese: nunca lo sabrá. Un adolescente típico no les habla a los papás, y si lo hace, es con puros monosílabos.
Si un adolescente pone cara de "Auschwitz o Treblinca" es porque se le pidió muy comedidamente que le hiciera una visita corta a los abuelos.
Es común, muy común, que aparezcan pedazos de pizza vieja debajo de sus camas, y que por consiguiente sus cuartos despidan un olor sospechosamente parecido al pabellón de expoalimentos de Corferias.
¿Cómo se reconocen unos típicos padres de adolescente típico?
Primero porque se la pasan discutiendo si son peores las niñas que los niños.
Pero sobre todo porque tiemblan ante la sola mención de palacios de la rumba como Andrés Carne de Res, San Barichara, Compostela o Massai. Cualquiera de estos nombres implica una larga noche de insomnio mirando un celular que no timbrará. Porque eso sí: un celular de adolescente tiene la rara virtud de descargarse después de la 1 de la madrugada o de que no entre la señal. Mejor dicho: todos los celulares de adolescentes parecen de OLA.
Pero cuando finalmente se oye girar la chapa de la puerta y el bicho hace su entrada -no siempre triunfal, porque eso depende del factor etílico- sólo se puede dar gracias a Dios por los favores recibidos y poner por fin la cabeza en la almohada.
Un adolescente que se respete no pide el carro prestado, como nosotros en nuestra épocas. Lo pide propio. Y lo estrella con frecuencia, antes de producir la llamada telefónica que lo dejará a uno temblando: no le pasó nada, pero todavía falta la cuenta.
Un adolescente típico es terco como una mula, y por eso es aconsejable contratarle una sicóloga, para que por 180.000 pesos la cesión le diga lo que ya uno le dijo siete veces.
Salir con los papás es algo totalmente impensable. Y menos, por favor, si es a cine, donde el peligro de encontrarse con un amigo que sea testigo de la situación es un 'oso' del que no logrará recuperarse nunca.
Del país tienen conocimientos básicos: saben que el presidente se llama Álvaro Uribe, que hay guerrilla en Colombia y que los celulares se los roban preferiblemente en los centros comerciales.
La ortografía pasó hace años de moda y además alarga innecesariamente un e-mail. El periódico es muy útil a la hora de buscar los horarios en los cines. Eso sí: jamás aprenderán a dejarlo doblado.
La adolescencia de hoy empieza donde ahora terminamos casi todos los adultos: donde el siquiatra. Pero ni con ayudas como estas logran resolver su dilema más complicado: ¿qué van a estudiar? Un día puede ser biología nuclear. Pero al siguiente será sociología.
A los padres de los adolescentes actuales nos tocó hacer generación sánduche. Cuando los adolescentes éramos nosotros todavía se usaba que regañaran los padres. Ahora se usa que regañen los adolescentes y cualquier protesta por esta conducta puede terminar en una tutela o en una denuncia ante alguna ONG que vela por los derechos de los jóvenes.
Pero eso sí: uno adora a su adolescente.
Yo los llamo bichos. Con algo de cariño, desde luego, pero es que no encuentro un mejor término para describir esa especie humana que empieza a los 14 años de edad y parecería que no fuera a terminar nunca.
Y digo especie humana un poco a la fuerza. Porque de especie tienen mucho, pero de humana muy escasamente.
Como especie, se visten igual -camisa por fuera, preferiblemente arrugada, jeans lo más recientemente envejecidos, preferiblemente de marca, lo mismo que los zapatos tenis, que pesan en la canasta familiar como una auténtica fortuna. Y anteojos negros que junto con un teléfono celular siempre en uso constituyen accesorios infaltables en el atuendo de un adolescente-. No se lavan el pelo. Se ríen igual, como sorbiendo, hablan igual -"nos parchamos", "mis papás son unos ñoños", "qué chanda", etc.- Y fuman igual en una época en la que todas las alarmas acerca de las terribles consecuencias de este vicio les entran por un oído y les salen por el otro.
Ah. El último detalle de la especie adolescente es que todos se llaman igual. En otras épocas quedaron los Diegos, Camilos y Sebastianes. Ahora todos se llaman "marica".
Y digo que tienen muy poco de humanos porque mientras un ser humano normal se levanta en la mañana y se duerme por la noche esta especie, la de los adolescentes, tiene totalmente trastocado el día. No hay ninguno que se levante ante de la 1 de la tarde ni que se acueste antes de las 4. Un adolescente típico tiene horario de Moscú.
Y cuando uno corre con la suerte de cruzárselo recién levantado es posible que cariñosamente le gruña que quiere algo de beber. Si espera saber cómo estuvo la fiesta mejor resígnese: nunca lo sabrá. Un adolescente típico no les habla a los papás, y si lo hace, es con puros monosílabos.
Si un adolescente pone cara de "Auschwitz o Treblinca" es porque se le pidió muy comedidamente que le hiciera una visita corta a los abuelos.
Es común, muy común, que aparezcan pedazos de pizza vieja debajo de sus camas, y que por consiguiente sus cuartos despidan un olor sospechosamente parecido al pabellón de expoalimentos de Corferias.
¿Cómo se reconocen unos típicos padres de adolescente típico?
Primero porque se la pasan discutiendo si son peores las niñas que los niños.
Pero sobre todo porque tiemblan ante la sola mención de palacios de la rumba como Andrés Carne de Res, San Barichara, Compostela o Massai. Cualquiera de estos nombres implica una larga noche de insomnio mirando un celular que no timbrará. Porque eso sí: un celular de adolescente tiene la rara virtud de descargarse después de la 1 de la madrugada o de que no entre la señal. Mejor dicho: todos los celulares de adolescentes parecen de OLA.
Pero cuando finalmente se oye girar la chapa de la puerta y el bicho hace su entrada -no siempre triunfal, porque eso depende del factor etílico- sólo se puede dar gracias a Dios por los favores recibidos y poner por fin la cabeza en la almohada.
Un adolescente que se respete no pide el carro prestado, como nosotros en nuestra épocas. Lo pide propio. Y lo estrella con frecuencia, antes de producir la llamada telefónica que lo dejará a uno temblando: no le pasó nada, pero todavía falta la cuenta.
Un adolescente típico es terco como una mula, y por eso es aconsejable contratarle una sicóloga, para que por 180.000 pesos la cesión le diga lo que ya uno le dijo siete veces.
Salir con los papás es algo totalmente impensable. Y menos, por favor, si es a cine, donde el peligro de encontrarse con un amigo que sea testigo de la situación es un 'oso' del que no logrará recuperarse nunca.
Del país tienen conocimientos básicos: saben que el presidente se llama Álvaro Uribe, que hay guerrilla en Colombia y que los celulares se los roban preferiblemente en los centros comerciales.
La ortografía pasó hace años de moda y además alarga innecesariamente un e-mail. El periódico es muy útil a la hora de buscar los horarios en los cines. Eso sí: jamás aprenderán a dejarlo doblado.
La adolescencia de hoy empieza donde ahora terminamos casi todos los adultos: donde el siquiatra. Pero ni con ayudas como estas logran resolver su dilema más complicado: ¿qué van a estudiar? Un día puede ser biología nuclear. Pero al siguiente será sociología.
A los padres de los adolescentes actuales nos tocó hacer generación sánduche. Cuando los adolescentes éramos nosotros todavía se usaba que regañaran los padres. Ahora se usa que regañen los adolescentes y cualquier protesta por esta conducta puede terminar en una tutela o en una denuncia ante alguna ONG que vela por los derechos de los jóvenes.
Pero eso sí: uno adora a su adolescente.
1 Comments:
At 11:19 PM ,
Mademoiselle Satine· said...
y Luisa se define! jaja aunque bueno.. entodo menos es aquello de los tenis que a ella no le importa eso de la marca ni la apariencia... pues... lo digo juzgando por los peludos! jijiji un beso niña!
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